martes, 27 de noviembre de 2007

Admirando lo feo

Haciendo zapping tras las venturas y desventuras del teniente pelirrojo más famoso de la televisión, Horatio Caine, y sin que sirva de precedente, me tope con el programa 'SuperModelo', de cuatroº.

Resulta que estaban celebrando la gala final -vaya casualidad-, y el programa estaba recordando momentos anteriores de la mayoría de concursantes del programa. Cualquiera que elimine prejuicios y envidias, puede darse cuenta de la belleza y sensualidad de sus concursantes. Seguramente en el futuro serán chicas de éxito, y representarán, a través de medio mundo, cánones de belleza preestablecidos por afamados diseñadores, dudosos generadores de tendencias.

Si nos paramos a pensar, la reverencia a lo bello es un comportamiento social algo curioso. Si admitimos la composición de una cara, de un cuerpo, como responsabilidad únicamente genética, y por tanto dejamos fuera de la ecuación implantes o retoques quirúrgicos, es incluso más fácil ser guapo que ser feo.

No es difícil imaginar que una persona bien parecida tiene más éxito entre el sexo opuesto que una persona menos agraciada. Y por ende, y reduciendo el supuesto a la simplificación máxima, tiene muchas más posibilidades para la procreación y la perpetuación de la especie que la otra. Es precisamente esto lo que me lleva a pensar que los rasgos más atractivos deberían ser, por pura genética, más comunes que otros, y por tanto, menos 'valiosos'.

Llegados a este punto, sólo se me ocurren dos salidas posibles.

Primero, que en nuestra sociedad está más arraigado el instinto de lo que muchos querrían admitir. Tras la persecución de lo atractivo se esconden nuestras más profundas raíces animales, la selección natural y el deseo, aunque ahora le llamen estilo, glamour o cosas parecidas. La búsqueda de determinados rasgos físicos no puede atribuirse más que a ésto, por muchas variaciones de tendencias y/o cánones de belleza que nos encontremos.

Segundo, que siendo exclusivamente analíticos, la actitud más racional sería la admiración de lo raro, de lo meritorio y de la superación. De la admiración de lo feo, en definitiva.

1 comentario:

arpia49 dijo...

Lo malo de ser como soy es que para casi todo hago el mismo análisis. La publicidad y el consumismo.

Se busca ponernos en la tele lo que vende. Nadie quiere sentirse raro ni feo (y por lo tanto minoritario) sino que pretende ser guapo y aceptado. A partir de ahí... perfecto para vender productos y ser monotemáticos en las revistas y programas de la tele.

Bendita radio, benditos podcast.

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