jueves, 4 de febrero de 2010

La opresión del nacionalismo

Hoy estamos de rebajas... ¡dos post en un día! Bueno, intentaremos ser así de promiscuos (en el buen sentido, malditos) prolíficos (no sé en que estaría pensando) de ahora en adelante para intentar demostrar la Ley de Rober, que se enuncia:

La cantidad de visitas de un blog diarias es directamente proporcinal a la cantidad de post publicados en ese mismo día, y es independiente de la calidad de los mismos.

Una vez dejadas las pizcas de conocimiento necesarias, voy a realimentar la fobia al nacionalismo retrógrado que muchos de mis lectores (no, no sois una cantidad ingente, así que si estáis leyendo esto me doy con un canto en los dientes) enarbolan cual bandera en sus productivas discusiones de bar.

Uno de mis eternos argumentos es que sólo una mente anacrónica, en medio de un mundo de integración, global, de cooperación en el que países, empresas y personas buscan los máximos puntos comunes para prosperar, se puede pasar la vida no ya reivindicando sus diferencias - pues al fin y al cabo, lo que nos hace diferentes nos hace únicos, y lo que nos hace únicos nos hace especiales (leáse con tonillo moralizante) -, sino convenciéndose de que el futuro de su cultura reside en el aislamiento y el separatismo. Sólo bajo esta perspectiva puede entenderse como es un éxito por ejemplo, potenciar desde la propia administración el uso de una lengua hablada por 4 millones de ciudadanos en detrimento de una lengua que hablan 440 millones. ¿Mantenerla, preservarla? Por supuesto. ¿Extirpar una para dejar sitio a la otra? Estupidez supina.

Es en este marco, resulta que el nacionalismo catalán (el más importante de este país en ruido, nadie le puede discutir eso) hace aguas. Y hace aguas porque cuando se toca el bolsillo para vaciarlos en vez de para llenarlos de subvenciones, no hay nacionalismo que valga. Ha sido el caso de la huelga de los empresarios de cine de cataluña, donde los empresarios han visto las orejas al lobo del sectarismo y presión lingüística, ya sabéis lo que tiene la mal llamada discriminación positiva.



El otro punto que me escama es la flexibilidad moral del mensaje. No es de extrañar que unos principios políticos y culturales que parten del individualismo miren poco más allá de su ombligo. Pero es curioso como Pilar Rahola, política indepentista, y escritora, se retrata en una confrontación en la que ahora el opresor es Cataluña.

Sic.

LOST: Sólo queda la magia

Literalmente.

Y en esta literalidad se han perdido las esperanzas de todos los seguidores para ver un final digno de una serie llamada a hacer historia, pero que, en mi opinión ha transformado toda la tensión de una conspiración, de la trama de una corporación pseudo-científica con oscuros propósitos, de sucesos extraños pero enmarcados en un halo de pretecnlogía, en una consecución de por-que-yo-lo-valgo más propia de Harry Potter que de la iniciativa Dharma.

Lo normal es que aquellos que llevan tiempo aguantando el tirón tras cinco temporadas de ritmo desigual, estén sumidos en el desencanto. Me encuentro entre ellos.

Cuanta gente ha caído desde entonces

Si hacemos un análisis retrospectivo, podemos afirmar, en líneas generales, que las primeras cuatro temporadas fueron más que decentes. Habrá incluso quien las eleve a magistrales. La realidad es que el tono general de la serie era bueno, con una legión de seguidores muy fiel, entusiasta y creativa. Ni siquiera una tercera temporada más floja, bajó el listón, que fue salvada por un final apoteósico. Una revolución. Y es que todavía recuerdo el terremoto que supuso en la comunidad el FlashForward (era la primera vez que oía esa palabra :) ) del último capítulo. Sencillamente genial.

Eran los días dorados de LOST, y esas eran las cosas que la hacían diferente. Un ritmo de narración excelente con giros gracias a los saltos temporales - repito, EN LA NARRACIÓN-, una posible explicación dentro de lo surreal que podía satisfacer a las mentes más retorcidas y un misterio latente que rodeaba a todos los personajes y todos los lugares posibles.

Pero todo eso ha desparecido. Tras 2 horas de visualización en la tarde de ayer (el capítulo introductorio y los dos primeros capítulos), no puedo más que estar decepcionado. Yo empecé con LOST por insistencia popular en 2006 (parece ayer, pero en aquella época sólo los geeks veíamos cosas con subtítulos... parece que en realidad no somos idiotas sino seres avanzados), y la verdad es que aluciné mucho. Tuve que esperar semana a semana el final de la tercera temporada, esperé con ansia la cuarta y la disfruté minuto a minuto. Pero ya el año pasado todo olía a rancio. Y el comienzo de la última temporada no ha cambiado nada. Ya advirtieron los creadores que dejarían cosas sin explicar... y sin embargo creo que lo que querían decir es que, a pesar de que en los comienzos de la serie aseguraron que todo tendría una mínima base científica, la realidad es que ya nada se podría explicar con ella. Y entonces sólo nos queda eso: magia, magia y más magia.

Decepcionante.

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